medios, internet y política

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24 ago 2021

por Marina Sánchez de Bustamante y Carolina Justo von Lurzer

foto: Anita Pouchard Serra

Algunos Hitos

A Pampita con un caño: Maternidades mediatizadas y crítica social

La modelo Carolina «Pampita» Ardohain hizo un pole dance a pocas semanas de haber parido y rompió el opinómetro. Seamos Pampitas, Mabeles, Doñas Rosas o Feministas surfers de todas las mareas, una multiplicidad de miradas recaen sobre los modos de maternar.

Seamos Pampitas, Mabeles, Doñas Rosas o Feministas surfers de todas las mareas, una multiplicidad de miradas recaen sobre los modos de maternar. En las últimas semanas un conjunto de episodios vinculados al nacimiento de Ana, la quinta hija de Carolina “Pampita” Ardohain, generó enorme revuelo en los medios de comunicación, las redes sociales y la conversación cotidiana. La modelo y conductora había sido cuestionada por hacer un show del embarazo y nacimiento de su hija a partir del contrato firmado con Paramount+ Latinoamérica para la realización del reality “Siendo Pampita”. Pero los juicios más duros llegaron con el posparto: críticas sobre su imagen; valoraciones negativas sobre su vuelta al estudio de Showmatch como jurado en “La Academia”;  disconformidades con la presencia de la pequeña Ana en el camarín en brazos de Marcelo Tinelli; comentarios lapidarios frente a la imagen de la supuesta niñera empujando el cochecito y, finalmente, el repudio generalizado a la performance de pole dance que Pampita llevó adelante en prime time la noche del 9 de agosto pasado. 

Seamos Pampitas o no, las madres —junto con la cría— reciben un pasaporte al juicio permanente. Sin olvidar una diferencia crucial entre Pampitas y mortales: la condición de celebridad y la responsabilidad comunicativa que eso implica. Finalmente, reflexionamos sobre el rol de la crítica cultural y feminista: ¿dar con un caño o ampliar la pista?

“Yo disfruto mucho bailar” 

Enfundada de negro —short, body y botas acharoladas— Pampita se contornea en el estudio televisivo. Los movimientos sensuales y el paso firme hacia el caño revelan saberes sobre danza. Mira la cámara, posa sexy, sacude la cadera, los glúteos y la pelvis. “¡Vamos Caro!”, alienta alguien mientras ella trepa sonriente. Cuando la performance de baile termina, el público estalla en aplausos. 

Los días que siguieron, en los portales de noticias, programas de espectáculos, cuentas de Instagram dedicadas a la crítica feminista, grupos de Whatsapp de amigas y mamis, y las followers de la propia Pampita se dedicaron a comentar, analizar, evaluar, condenar, celebrar, envidiar, en definitiva, juzgar la actitud de la modelo. 

La actitud de esa puérpera que a dos semanas de parir se subió a la pista de La Academia fue criticada por ser funcional al sistema capitalista heterocispatriarcal; reproducir el mandato de felicidad y vuelta al ruedo inmediato que pesa sobre las madres; reproducir los estereotipos de belleza hegemónicos y los “cuerpos irreales”; quitarle dedicación full a la crianza; exponer a su hija al virus del SARS COV 2; someterse a las exigencias de la industria del espectáculo; entre muchas otras. 

Como ocurre habitualmente en asuntos de maternidad, se convocó a voces autorizadas para evaluar y dictaminar sobre la decisión de Carolina. El portal Infobae construyó un jurado polifónico con “La palabra de una obstetra, una psicóloga, una referente feminista y el testimonio de Edith Hermida, que tras ser madre tuvo que volver a trabajar a la semana ‘por necesidad’. ¿Cuántos expertxs en crianza —matriculadxs y amateurs— se necesitan para reponer los criterios de actuación de las madres y alimentar durante más de tres días la polémica sobre dos minutos dieciséis de televisión abierta protagonizados por una puérpera célebre? Todxs los que estén dispuestos a pronunciarse. Y, sabemos, siempre son muchxs porque para constituirse en tales no hace falta más que tener la capacidad de ver la falta en la maternidad ajena. 

A Pampita se la acusó de obedecer al sistema y beneficiarse de sus recompensas. Podríamos preguntarnos también si acaso el malestar que generaron sus acciones no está asociado a la desobediencia de algunos de los mandatos que subyacen a las críticas. Desobedecer, por ejemplo, el mandato del cuidado intensivo, o de la cesión de todos los espacios y tiempos propios. Cuidar es una obligación y un derecho, sobre eso tenemos mucho que decir y que continuar exigiendo como sociedad pero el modo en el que lo hagamos tiene que poder contemplar los deseos, posibilidades y necesidades de quienes reciben cuidados y también de quienes cumplen la tarea de cuidar. 

Lo que dejó expuesto el affaire Pampita es la imposibilidad de no juzgar. La maternidad y el maternaje deben ser juzgados. Ese juicio pone en el banquillo a las madres, una vez más, solas. No se nombra a Roberto, ni a Marcelo, ni a Fede y Hoppe. Se sostiene que “no es contra ella”, “no es personal”, pero ¿a quién se señala? 

Pampita se subió al caño y puso a girar un clima de época. Ese mismo que una marca mundial de productos alimenticios captó con picardía: el de la controversia en torno de los mandatos maternales. “Este es un mensaje vital para vos, especialista en crianzas ajenas -[Personas opinan mientras las madres que se ven en escena hacen ‘shhh’, la onomatopeya del silencio] ‘Ese nene tiene sueño’, ‘¿No está muy desabrigado?’, ‘¿No está grande para cochecito?’, ‘Hacer colecho está mal’-. Hacemos lo mejor que podemos, como podemos. Escuchá una voz. La tuya”. La mirada rápida puede detenerse en el hecho de que la campaña está destinada a la comercialización de leche de fórmula. Sin embargo, está también destinada a poner en escena las tensiones respecto de los juicios de valor sobre la crianza. 

El descargo que Pampita realizó en su programa nos da algunas claves de lectura de la controversia pública en torno del baile de ésta y otras madres. 

“No todo lo que se ve en la tele es así las 24 horas del día. Tampoco vamos a idealizar ninguna maternidad”

Las mujeres que trabajan en la industria del espectáculo gestionan, para sostenerse allí, diferentes reglas del campo. Algunas de ellas implican adecuarse a los patrones de belleza erotizada y ofrecer relatos sobre el mundo de la intimidad. 

La maternidad es, para la vida profesional de las famosas, un tópico que atrae a las audiencias pero que desafía su continuidad laboral durante el embarazo y el puerperio. En esos vértices, en los que las reglas se cruzan y tensionan, la espectacularización de las maternidades de la farándula puede entenderse como una maniobra que lucra con —y a la vez garantiza— su permanencia en la industria. 

Laura Soto, 8 meses de embarazo. Buenos Aires, Argentina. Anita Pouchard Serra para Revista Plaza

Esas biografías maternales también se rigen por las lógicas narrativas de la cultura de masas: amor romántico y materno, erotismo, escándalos, comportamientos excéntricos, por mencionar algunas de las estrategias que orientan los relatos. En cierto modo, como apunta Pampita, los públicos ponen en juego códigos de interpretación que les permiten disfrutar del entramado de ficción y realidad. Así, la transparencia y veracidad de aquellos modelos de maternidad de la cultura masiva que parecen inalcanzables y/o excepcionales, son muchas veces relativizados por el pacto de lectura. 

“Mi situación es distinta. Yo trabajo poquitas horas al día, tengo ayuda, es un trabajo que me encanta hacer”

La suspicacia sobre la puérpera-famosa que no suspende su participación en el mercado vociferó con enojo que, fruto de los privilegios de clase, no es la responsable exclusiva del cuidado de la recién nacida: “Cuando les digan que Pampita volvió a trabajar a los 11 días de ser mamá recuerden esta foto… Ella diosa adelante entrando al canal y detrás su empleada llevando a LA BEBE. Hay un modo más sencillo de ser mamá y trabajadora, pero es más caro”, afirmó un perfil en Twitter. La viralización de la imágen resultó en una respuesta irónica: “Cuando les digan que Pampita empezó a trabajar a los días de ser mamá, acuérdense lo importante que es tener buenas amigas en la vida. Quien está con Ana soy yo, su madrina, ¡súper feliz de poder cuidarla mientras su mamá trabaja un ratito!”. 

¿Qué sentidos proyecta un escrache digital que dispara alertas sobre la terciarización del cuidado a la que recurren las madres con trabajos pagos? Sabemos que, en la organización social del cuidado actual, quienes cuentan con dinero contratan personal y quiénes no lo tienen apelan a la familiarización o a los vínculos comunitarios. Sin embargo, la exigencia de que las madres abdiquen sus espacios y se dediquen a la crianza como signo de amor y buena maternidad aparece como latencia en el enfurecimiento que despertó que una supuesta niñera condujera el cochecito de Ana. Las “madres privilegiadas”, ¿mostramos a nuestrxs hijxs al cuidado de otras personas? ¿O la culpa por la imposibilidad de cuidar (o por la ausencia de deseo de hacerlo) es una imagen que evadimos registrar y exhibir al igual que las mamis famosas? El discurso de la red o tribu materna para soportar el puerperio encuentra su límite en la red garantizada con recursos económicos.

“Yo no quiero ser ejemplo de nada”

Pampita no es cualquier madre, es una comunicadora y eso conlleva una responsabilidad diferencial. Aunque ella no quiera, es un modelo de vida. Las celebridades ponen en escena criterios de actuación y estándares morales, los encarnan, los conmueven.  

Pero la responsabilidad no es sólo individual sino de la industria y de los mandatos sociales sobre maternidad que se reproducen antes, dentro y más allá de los medios masivos de comunicación. 

Hay dos cuestiones que quisiéramos señalar respecto del papel de los medios de comunicación en la construcción de los modelos de maternidad. Durante los días que duró la polémica, se sostuvo que existe un discurso único sobre la maternidad en los espacios mediáticos y al mismo tiempo parecía asumirse que las madres sólo acceden a este discurso y sus exigencias. 

Hace más de una década que en Argentina y otras latitudes se viene desplegando un espacio de crítica cultural sobre las maternidades en diferentes circuitos. No sólo no hay un discurso único sino que hay un vasto repertorio de productos comunicacionales y culturales que abordan la experiencia materna desde el humor, la crítica, el malestar. El puerperio ha sido, además, tema privilegiado: ficciones audiovisuales, cine documental, libros autobiográficos, novelas, antimanuales, series web, obras de teatro, talleres de escritura para madres, entre muchas otras opciones.

Laura Soto en su casa. Buenos Aires, Argentina. Anita Pouchard Serra para Revista Plaza

Las madres consumen, se informan, discuten, se identifican y se burlan de un universo de sentidos más amplio que el de la televisión abierta de prime time. No sólo debemos aspirar a una mayor diversidad en los contenidos y los abordajes sino también ampliar la mirada de los universos comunicacionales más allá de los medios de comunicación y dentro de ellos: muchos de los contenidos que mencionamos fueron transmitidos por televisión abierta y plataformas como Netflix.   

“Ojalá haya más leyes que nos apoyen a todas las mamás”

Una seguidora de una de las cuentas de crítica feminista que le dió con un caño a Pampita se expresó en relación a la diversidad de modelos de maternidad circulantes: “Yo creo que se muestra otra opción, la de la madre sacrificada que está con el bebé hasta en el baño. Es una realidad, yo lo he hecho, pero en ésta lucha cultural de desmitificar la "maternidad perfecta", siento que cambié los limones por un limonero. Y seguimos sin cuestionarnos la estructura que hace que ésto sea así”. Si Pampita es el centro, ¿qué queda en los márgenes? ¿Qué queda relegado cuando el foco está puesto en sopesar los perjuicios y bondades de los modelos de maternidad y a las propias madres?