medios, internet y política

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14 jul 2022

por Lucía Cholakian Herrera

Fotografía: Agencia Telam

Juego de espejos

El derecho a olvidar y el derecho a recordar

Natalia Denegri pidió a Google que la desataran de una memoria que perjudicaba su imagen. Google se negó y, luego de una contienda judicial de varios años, la Corte Suprema le dio la razón a la empresa. La tensión se plantea entre el derecho al olvido y el derecho a la información.

Natalia Denegri hoy es actriz, produce y conduce programas, escribe libros y participa activamente en causas filantrópicas. Pero el buscador de Google le recuerda que se hizo conocida hace 26 años, a propósito de sucesos mediático-judiciales que preferiría dejar atrás.

Denegri pidió a Google que su pasado no apareciera para los usuarios que no lo buscaran específicamente. Google se negó, el caso se judicializó y el pedido de “derecho al olvido” llegó a la Corte Suprema, luego de que la empresa apelara a una sentencia que le ordenaba desindexar dos docenas de links de su motor de búsqueda.

Allá lejos y hace tiempo 

Hace 26 años, cuando todavía era menor de edad, Natalia Denegri integró un grupo que el mundo del espectáculo llamó “Las chicas Cóppola”. Estas chicas, en el piso emblemático del programa de Mauro Viale --Mediodía con Mauro-- inauguraron la figura de ‘mediáticas’ luego de haber quedado pegadas al caso judicial que tenía como epicentro a Guillermo Cóppola, manager y partenaire de Diego Maradona. El puntapié fue un jarrón con droga plantado en la casa de "Guillote", y mantuvo cautivo al público nacional durante un verano entero. Por ese mismo caso, años más tarde, se condenaría a efectivos policiales involucrados y al juez federal de Dolores, Hernán Bernasconi, que llevó adelante la causa.

El archivo del caso y sus referencias quedaron, sin embargo, impregnadas en las galerías de la memoria popular de lo que fueron los 90 en Argentina. 

El contenido de esa época no resiste perspectiva de género: fue una exposición denigrante, misógina e injusta. 

El pasado que vuelve

Muchos años más tarde, Natalia Denegri se convertiría en una periodista, actriz y productora destacada de la comunidad latina en Miami. Lógicamente, el contenido asociado a su imagen la perjudicaría, por lo menos, en un nivel personal: el acervo que la asocia con el caso Cóppola está repleto de imágenes ridiculizantes. Especialmente para una mujer que construyó una carrera sobria en un país extranjero. En 2016, Denegri presentó un pedido a Google Argentina que consistía en que se desindexaran los contenidos del motor de búsqueda que la asociaban con el caso. Esto hubiera provocado que, al googlear combinaciones de palabras con su nombre, no saltaran sus videos en el programa de Mauro Viale, ni las peleas al aire con Samanta Farjat, ni sus declaraciones a móviles en la calle, entre otros contenidos clásicos de esa época. Para el pedido, Natalia se acercó con una lista de 22 links compuestos, mayoritariamente, por contenidos en medios de comunicación. Lo que pedía era que se le otorgara derecho al olvido, un derecho legislado en Europa y en algunos países de América Latina, pero inexistente en nuestro país. De hecho, el pedido caería en la órbita de la protección de datos personales, que protege el derecho a la intimidad y el honor, pero que establece una excepción para la libertad de expresión y de prensa

Google se negó, un Tribunal le dio la razón y en 2020, luego de la apelación de Denegri, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de CABA hizo lugar al pedido de desindexación. La contienda judicial llegó a la Corte Suprema. En marzo de este año se llevaron a cabo audiencias donde las partes argumentaron sus posturas que, en esencia, planteaban un debate superior: ¿podemos diseñar lo que se dice sobre nosotros en internet?, y más importante: ¿deberían poder hacerlo personas de carácter público? 

Finalmente, la Corte revocó por unanimidad la sentencia de Cámara. Los fundamentos se sostuvieron, sobre todo, en el carácter público tanto de los hechos como de Natalia: no es lo mismo pedir que se desindexen contenidos de una persona desconocida que fue víctima de un delito, que los de una persona pública que participó a conciencia de hechos televisados masivamente, o un funcionario público, o cualquier persona visible que es acusada o asociada con algún delito. Por ejemplo, un abuso sexual. 

El rol de Google como buscador y la falta de transparencia de su algoritmo fueron mencionadas al pasar, pero no se profundizó.  “La decisión de la corte ratifica la posición de Google como intermediario”, dijo a Plaza Natalia Zuazo, consultora en política y tecnología de UNESCO. En ese sentido, Google funcionaría como una autopista por la que la información circula. Pero Zuazo plantea que eso es discutible: Google Ads jerarquiza la llegada de esa información y el algoritmo la organiza de formas diferentes según cada usuario. 

El fallo de la Corte mantiene el status quo de Google como corporación. Denegri lo dijo en sus primeras declaraciones luego de la decisión: “es un fallo que beneficia a las corporaciones”. Zuazo argumenta, sin embargo, que el debate de una persona pública con poder y un abogado del bufete de Burlando (Martín Leguizamón) es una pelea de poderosos versus poderosos. 

Eliminar contenido de Internet es imposible. Por eso, la desindexación es una vía valiosa para quienes quieren separar su imagen virtual de contenidos específicos. Pedidos como el de Denegri se hacen, según Zuazo, a diario. Víctimas de grooming, por ejemplo, lo utilizan para recuperar su intimidad luego de haber denunciado. En Argentina, además, pesa otro argumento: el archivo como fuente para la memoria, el acceso a la información unido casi intrínsecamente con la preservación de los demás derechos. Por eso, la revocación de la Corte significó, para muchos expertos, una preservación de esa serie de derechos. “En términos latinoamericanos hubiera sido re peligroso”, dice Zuazo, “por cuestiones de memoria, dictadura, y terrorismo de Estado”. 

En el caso de Natalia Denegri versus Google pesó más el hecho de que fuera una persona pública y que se tratara de archivos del acervo cultural argentino que su deseo de separar su nombre de contenidos que son, a todas luces, humillantes. Durante los años que Denegri peleó junto a su abogado, los argumentos públicos y jurídicos variaron: preservación de honor, perjuicios psicológicos y económicos, protección de su carrera laboral, de su reputación, de la reputación de sus hijas. Todas tienen, posiblemente, un asidero en la realidad: Internet es la memoria virtual de nuestra humanidad, y nuestra humanidad muchas veces nos avergüenza. Nos arrepentimos de lo que hacemos y decimos, pero el recuerdo sigue ahí. Esa es la batalla que perdió Natalia Denegri y que marcó un punto para quienes, siendo figuras públicas, pidan algo similar en el futuro.