medios, internet y política

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11 nov 2021

por Juan Branz

Foto: María Paula Ávila

Juego de espejos

Futbolistas asociados: sexo, tabú y familia

Desde «Botineras» hasta la historia de Pata y El Conejo, pasando por Maradona y el triángulo más reciente, también en el fútbol (y en los medios y redes que narran el fútbol y la farándula) se enseña con quién tener sexo y con quién no, de forma disciplinada, sistemática y heterosexual (claro).

Ustedes eran muy jóvenes, pero en el año 2009 Telefé lanzó al aire un programa llamado “Botineras”. Era una telenovela en donde Giselle López —personificada por Florencia Peña—, responsable de una agencia de modelos, preparaba a jóvenes mujeres cuyo deseo era conocer a un futbolista famoso y hacer una carrera como botinera. Premisa fundamental del programa: botinera no se nace, se hace. “Chiqui” Flores (Nicolás Cabré) era un famoso futbolista con trayectoria en Europa y estaba vinculado con el asesinato de otro futbolista. Giselle y “Chiqui” están envueltos en la farándula y la noche. Hasta aquí, un policial con suspenso y pasajes de humor. Pero hay un detalle estupendamente logrado para que la representación de las mujeres que apuestan a convertirse en celebrities (sobre esta idea recomiendo la lectura de los escritos de Beatriz Sarlo) se parezca a lo que imaginamos sobre el mundo de futbolistas, ricos y famosos. En el primer capítulo hay varios cameos que sentencian con brillo narrativo el pacto de ficción con los públicos. Aparecen Héctor “Bambino” Veira (quien estuvo preso por haber violado a un niño de 13 años), Guillermo Cóppola, Luis Ventura, Marcelo Polino, Germán Paoloski, Marcelo Palacio, Nicole Neumann y Florencia Tesouro entre otros y otras. Es el crossover perfecto. Es la ficción de la ficción. Veira y Cóppola muestran pericia para conquistar mujeres y navegar en el mundo de la noche como los atorrantes de barrio que son, Ventura, Paoloski y compañía lo cuentan, Neumann y Tesouro lo niegan o lo confirman. Así funciona la ficción. La propuesta es representar el vínculo entre la farándula y el fútbol, desde los lugares más comunes y habituales que conocemos como público especializado. 

Ustedes eran más jóvenes o no habían nacido cuando María del Carmen “Pata” Villanueva se casaba con el mundialista Alberto Tarantini. Confirmaban que el mundo de la farándula, la noche (con todo su significado transgresor) y el fútbol se encontraban para continuar con el espectáculo en las revistas “del corazón”, de “chismes” o, años después, en los talk shows especializados. Pero hay un elemento que se sostiene a través del tiempo, sea TV, gráfica, Twitter o Instagram: es la sexualidad del futbolista, su forma de acercarse a las mujeres, sus transgresiones, lo legitimado y lo no legitimado (doblemente: en el mundo del fútbol y en el mundo de la farándula). 

Las ficciones verdaderas

Vayamos a dos casos cercanos y pensemos cómo se nos presentan: ficción con base melodramática. El primero, Wanda-Icardi-Suárez. Wanda e Icardi pertenecen al mundo de las celebrities, conversión mediante (como cuenta “Botineras”). Lxs dos saltan a la fama como indica el espectáculo y se encuentran, justamente, en el escándalo. En una sincronía de publicaciones en redes (en Instagram), lxs tres arman la trama ficcional. El guión es contundente, pregnante, sencillo y atrapante. Wanda sentencia de “zorra”, “putita” y de romper una familia a Suárez. Icardi escribe prosas de arrepentimiento y de amor eterno a Wanda vía sus redes. Suárez realiza un descargo aludiendo que ha sido engañada por Icardi y denunciando violencia mediática en contra de ella. Millones de usarixs yendo de Twitter a Instagram y de Instagram a los programas de chimentos, noticieros y portales varios. La fórmula de Wanda: una joven que irrumpe en el escándalo vía un jugador de fútbol (Maradona), se casa con un futbolista, se divorcia y se casa con otro futbolista. Su carrera como representante de Icardi pretende subvertir algo de ese orden narrativo. Icardi, futbolista rico y famoso, es la imagen y el símbolo de tantas colectoras que supo construir la cultura futbolística en Argentina. El hombre deseado sexualmente, exitoso deportivamente, próximo al jet set y pícaro. También Icardi es presentado como la excepción (sumado al conflicto Tuzzio-Ameli, por nombrar alguno): traicionó a su amigo enamorándose de su esposa. En un espacio en donde las hinchadas cantan “tu hermana revolea la cartera, tu vieja chupa pijas por ahí” o “policía, policía, qué amargado se te ve…cuando vos vas a la cancha, tu mujer se va a coger” (canciones que no se cantan en otro ámbito que no sea el fútbol, vale aclararlo), meterte con la esposa de otro hombre (compañero, amigo, futbolista) es implosionar los sentidos en torno a la sexualidad, con quién sí y con quién no. También en el fútbol se enseña con quién coger y con quién no, de forma disciplinada, sistemática, heterosexual (claro) y con códigos. Las “chanchadas” se hacen fuera del ámbito doméstico, cercano afectivamente (donde hay “amor de verdad”). A la “jabru” y a la familia se la respeta. El imaginario en torno a la formación de “la familia” es el condimento que —también— se sostiene entre los futbolistas. Es prescriptivo, se va construyendo como deseo y muchas veces es “la solución” para frenar una carrera llena de lujuria, lejos de “la noche”.  

En un espacio en donde las hinchadas cantan “tu hermana revolea la cartera, tu vieja chupa pijas por ahí” o “policía, policía, qué amargado se te ve…cuando vos vas a la cancha, tu mujer se va a coger” (canciones que no se cantan en otro ámbito que no sea el fútbol, vale aclararlo), meterte con la esposa de otro hombre (compañero, amigo, futbolista) es implosionar los sentidos en torno a la sexualidad, con quién sí y con quién no.

El otro caso es la representación de las prácticas sexuales de Diego en la serie “Maradona: sueño bendito”, con sus compañeros, con sus representantes (Cyterspiler y Cóppola). Diego es simbolizado como el pibe que triunfa y que descubre la noche, los vicios y completa la imagen recurrente sobre los futbolistas: éxito, dinero, sexo, fama. Ni todos como Diego (claro, es una obviedad) ni ninguno parecido. La sexualidad vinculada a los excesos, al desboque, casi siempre tiene su solución, en el fútbol, y radica en la formación de una familia. En el equilibrio que le otorga la “jabru”. Claudia Villafañe, en la serie, le pregunta a Diego, “¿estuviste con otra mujer?”, con la resignación oculta y la impronta de sostener un vínculo que, en definitiva, es el barrio, la adolescencia, la geopolítica del afecto. Cierto “núcleo duro” identitario se construye (o construyó) relacionando al “pibe”, “el barrio” y las licencias para tener sexo por fuera de esa historia (o, mejor dicho, como parte permitida de esa historia).

Mito y melodrama hot

Repasando: EL JUGADOR de fútbol (su sexualidad, su imagen de depredador sexual, de hombre codiciado y deseado) existe…a medias. Porque, por supuesto, la conexión que es representada entre la farándula y los futbolistas en “Botineras” tiene asidero en ciertas prácticas concretas, reales, pero también el mito y el relato melodramático que revistas, TV, radio, cine y redes sociales saben capturar para volver a organizar las relaciones en forma de ficción, está a la orden del día. Wanda, Icardi, Suárez lo saben. La experiencia ganada entre las idas y vueltas de escándalos transitados, envuelven de pericia multiplataforma para que, entre las historias y los feeds, volvamos a mirar una de sexo, fama y engaño. La cuestión de lo público y lo privado ya —casi— que lo entendemos a la perfección. Lo que puede parecer privado se convierte en público y al revés. Lo que es íntimo le pertenece al resto y, también, al contrario. Revisar este problema es otro desafío en la era de lo “multi”. 

Hay una lectura precisa en todo este juego de ficciones, que se reparte entre la competencia de lxs creadorxs y la de los públicos. Es el tratado ficcional que todxs aceptamos (o no) y en el que jugamos a (y para) sorprendernos. En ese acuerdo se sostienen, con cierta inmanencia, ideas que perduran en varias instituciones, pero específicamente en el fútbol: la del sexo como tabú y la de los vínculos amorosos como fenómeno de propiedad privada. Esto se unifica y adquiere el estatuto de “códigos” que sirven, exactamente, para responder a un reglamento —más o menos explícito— en la jerga futbolera (de hombres). Pero en esa lectura aparece la familia como espacio absolutamente concordante con el mundo de los excesos carnales futboleros. Porque es el lugar del rescate y porque todavía nos interpela como forma tradicional de vincularnos. Además, este tipo de ficciones otorgan el prestigio necesario para abrir más camino en la búsqueda de ciertas carreras. Prestigio que, como toda sociedad jerárquica, xenófoba, clasista y desigual, tiene sus niveles o rankings de acuerdo al glamour del escándalo y su dimensión génerica, étnica, etaria y de clase, claro. Las ficciones también se constituyen así. Como le dijo Roberto Carnaghi (en el personaje de Humberto Arregui, un investigador de la policía) a la detective Laura Posse (interpretada por Romina Gaetani) quien se estaba por infiltrar en el jet set futbolero: “Vas a ser una botinera, no una actriz de Hollywood”.

El autor es Doctor Investigador CONICET/UNSAM