medios, internet y política

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19 jul 2021

por Martín Bonavetti

Fotos: Santiago Cichero

Algunos Hitos

Horacio: la experiencia vital de una transformación

El ex director de la TV Pública Martín Bonavetti, comparte con revista Plaza su mirada sobre el filósofo recientemente fallecido Horacio González, devenido en referente de un audaz proceso de innovación audiovisual que reconcilió a la televisión con la literatura.

Cuando me propusieron escribir sobre Horacio González, y aquella experiencia común entre la Biblioteca Nacional y la Televisión Pública me entusiasmé, ya que sin dudas los ciclos Borges por Piglia, y la ficción Los siete locos fueron y siguen siendo una rara avis televisiva y a diferencia de lo que habitualmente sucede, no se han perdido en lo imperdurable del paso del tiempo de la televisión abierta.
También es cierto que poner en relieve hoy los procesos creativos y de producción que hicieron posible aquellas experiencias, puede conllevar olvidos injustos, pero los proyectos fueron momentos inolvidables, no solo por la calidad y el virtuosismo de los mismos, sino por el desafío creativo que ellos implicaban al poner en diálogo fuera de los formatos convencionales a estas dos instituciones. Esto solo fue posible porque teníamos la certeza de que existía una mirada silenciosa y una escucha atenta, que como espíritu ordenador guiaba nuestros encuentros.

Horacio González aportó reflexión y audacia en la TV Pública
Horacio González aportó reflexión y audacia en la TV Pública. Foto: Santiago Cichero



Horacio encarnaba como nadie la figura de ese espíritu reflexivo crítico propositivo estimulante e imprescindible, una fuerza vital que todos necesitábamos, para sentirnos parte de una transformación.
Así como un proyecto político es una construcción colectiva, también es cierto que existen personas imprescindibles y sin lugar dudas trascendentales. Horacio ocupaba un lugar comprometido y generoso al mismo tiempo, que le daba una vara muy alta de honestidad intelectual a nuestro proyecto político. Su rol crítico, inclaudicable, su compromiso con la gestión pública que hablaba de su lealtad a un proyecto transformador, fueron características que hicieron de su gestión en la biblioteca un hito en la historia de la política cultural.

La comunicación como un derecho

Dirigí la Televisión Pública entre los años 2008 y finales del 2015. Entendíamos, y seguimos entendiendo, que la comunicación no era ni una mercancía ni un servicio sino un derecho. Esa fue una premisa fundamental para consolidar una política de programación pública donde se priorizaba a la audiencia en tanto ciudadanía y no como meros consumidores. No era una cuestión solamente declarativa. Necesitábamos llevarlo a la práctica. Materializarlo.
También ya no era suficiente romper con las tradicionales formas de configurar ciertos contenidos en los formatos televisivos, porque ya no era un cuestión de formas sino de fondo. Fue un proceso complejo pero virtuoso. Por primera vez en muchos años lográbamos tener voz propia y asumir los desafíos que implicaban esas transformaciones.
Hacia el 2011 el concepto Televisión Pública tenía un dispositivo transformador pero sentíamos que necesitábamos consolidarlo y eso exigía mucho más que seguir el rumbo previsible y hasta especulativo en el propio aburguesamiento que tienen esos procesos.
La televisión entendía a la cultura como una conversación, tediosa, solemne e inevitable. Con nombre propio y con la agenda de la prensa editorial. Un lugar común, tan común, como inamovible. Junto a Gabriel Reches y Alejandro Montalbán surgió la necesidad de encarar el problema, como el desafío de construir puentes que nos permitieran convocar otra miradas y propuestas en torno a la cultura y su formas de expresión televisiva. Fueron ellos quienes cruzaron las avenidas que separan a los dos edificios y en cuestión de semanas yo tenia en mi oficina sentados a Horacio González y Ricardo Piglia con una propuesta tan clara como contundente: representar una clase universitaria en un ciclo conducido por Ricardo sobre Borges.
Trato de pensar y recordar las emociones de ese momento. Era algo tan anhelado pero al mismo tiempo inimaginable. Ricardo fue introducido al mundo de la televisión por Horacio. Fueron meses de trabajo reuniones y cenas que produjeron momentos únicos y el programa fue el reflejo de eso.
El capítulo 4, donde Horacio participó como entrevistado, lo muestra en todas sus dimensiones: reflexivo, profundo, divertido y comprometido.

Muchas cosas le debemos a Horacio González pero yo particularmente le debo su generosidad inmensa al haberme permitido tener uno de los ciclos que mejor reflejaron el concepto de televisión pública por lo que tanto
trabajamos.

Podés consultar las coproducciones de la Biblioteca Nacional con la TV en este link.