medios, internet y política

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01 abr 2022

por Cora Gamarnik

Foto de portada: Daniel García

Falsos verdaderos

La fotografía de prensa durante la guerra de Malvinas: la batalla por lo (in)visible

Ciertas imágenes obtenidas aquellos días perduran como síntesis y condensación de lo vivido. Reconstruir la historia de algunas de ellas, cómo y cuándo fueron obtenidas, por quiénes, cómo circularon, qué usos se les dieron y que consecuencias tuvieron son algunas de las preguntas que nos proponemos responder en este artículo.

1982: La represión visible 

El 30 de marzo de 1982 se realizó la primera gran manifestación contra la dictadura militar en Argentina desde el golpe de Estado ejecutado en marzo de 1976. Ese día, durante unas seis horas el centro porteño fue escenario de enfrentamientos entre la policía y cientos de manifestantes. Distintas fuentes calcularon que ese día  participaron cerca de 50.000 manifestantes y hubo alrededor de tres mil detenidos  aunque nunca se informaron las cifras oficiales (1).

Esa movilización marcó un cambio cualitativo en el movimiento de protesta  contra la dictadura en varios aspectos: en el nivel de participación popular, en la  forma en que las fuerzas de seguridad ejercieron la represión y en la visibilidad de la misma gracias a los fotógrafos y camarógrafos que pusieron el cuerpo para documentarla. Los manifestantes (y junto con ellos los fotógrafos y camarógrafos que cubrieron la protesta) fueron duramente reprimidos. Así y todo, se lograron imágenes que trascendieron la propia movilización. Muchas de las fotos más conocidas y más utilizadas hasta el día de hoy para referirse a la dictadura militar fueron tomadas ese día.  

30 de marzo de 1982. Marcha por “Pan, paz y trabajo” convocada por la CGT Brasil. Fotógrafo Daniel García.
30 de marzo de 1982. Marcha por “Pan, paz y trabajo” convocada por la CGT Brasil.  Fotógrafo Pablo Lasansky 

Estas fotos, junto con otras tomadas ese día, permitieron que esta faceta de la  represión pública de la dictadura se tornara visible en el país y en el exterior. En Argentina, las fuerzas armadas no habían ejercido hasta entonces ese nivel masivo de violencia explícita(2).

El 30 de marzo los fotógrafos registraron lo que pudieron, fueron golpeados y varios de ellos quedaron detenidos. Les rompieron las cámaras y les velaron los  rollos. Una de las reacciones que tuvieron frente a la represión fue usar sus cámaras y su oficio como estrategia de defensa. Así mostraban los hechos que fotografiaban y al mismo tiempo, como si fuera una metaimagen, las condiciones en las que ejercían  su trabajo.  

Una de las fotos que registra una de esas persecuciones, titulada por su autor “Dame el rollo”, fue obtenida por Lucio Solari, fotógrafo del diario La Nación en ese entonces. El reportero que está siendo perseguido y golpeado por la policía es Román  Von Eckstein, trabajador de la agencia oficial Télam, quien unos días más tarde sería  enviado por dicha agencia a cubrir el conflicto de Malvinas.  

La foto nos habla de la complejidad de la relación entre medios, trabajadores de  prensa y dictadura en esos tiempos. Contra los análisis lineales que hablan de  relaciones unívocas donde solo hay complicidad, sometimiento o resistencia, vemos  en realidad un panorama mucho más complejo en el que fotógrafos que trabajaban para la prensa más proclive al régimen tomaron fotos de sus compañeros, también  de la prensa oficialista, cuando estos eran perseguidos y/o detenidos. Como señala Marcelo Borrelli (3) para el caso de los periodistas, entre los reporteros gráficos es  posible encontrar un abanico de posicionamientos que fueron desde la resistencia hasta la complacencia con el régimen militar, pasando por la autocensura como regla general de la época.  

Pero aun cuando existieron posiciones políticas e ideológicas bien  diferenciadas entre los fotógrafos, la reacción en la calle frente a la represión fue por  lo general de cuidado, apoyo y solidaridad entre ellos.  

Este accionar policial sistemático, que permite inferir la existencia de órdenes  específicas de represión hacia ellos, no impidió (más bien provocó) que, en todos los  acontecimientos clave de 1982, los reporteros lograran tomar imágenes que se transformarían en soportes visuales de la lucha contra la dictadura. Se dio entonces una aparente paradoja, en una época de cierta apertura política y de mayor movilización, cuando lo peor de los secuestros y desapariciones ya había sucedido, se reprimió más que antes a este grupo particular de profesionales –que eran en definitiva en su gran mayoría trabajadores de medios afines a la dictadura–, pero con una importante diferencia: esta represión no pasaba  desapercibida y eran ellos mismos los que se encargaban de hacerla visible (4). 

De las imágenes de la represión a “la plaza de Galtieri” y las fotos de la “guerra” 

Cuando todavía seguían detenidos cientos de manifestantes, tres días después del 30 de marzo de 1982 las fuerzas armadas desembarcaron, sorpresivamente para  todo el país, en las Islas Malvinas (5).  La autodenominada “recuperación” de las islas no fue una respuesta a la  manifestación del 30 de marzo como se dice sin ningún sustento histórico (no  podría serlo de ninguna manera, de hecho el operativo estaba organizado desde  mucho antes que se convocase a la misma). Tampoco hay una masa de gente que se  moviliza un día en contra de la dictadura y que se vuelve a movilizar tres días  después a favor. La composición social, la forma de manifestarse y por supuesto la  acción de las fuerzas armadas fue contrapuesta en ambos casos. Pero el 30 de marzo y el 2 de abril sin duda son fechas conectadas entre sí (6). Como señala Guber, “si bien  la movilización del 30 de marzo no fue la causa del 2 de abril [...] la noticia de ‘la  recuperación’ fue suficiente para revertir el antagonismo dominante en  Argentina” (7). La construcción periodística de la plaza del 2 de abril se asemeja a los festejos del Mundial de Fútbol de 1978, con tomas panorámicas de grandes masas festejando en las calles y fotos centradas sobre todo en la figura de Galtieri saludando al pueblo desde el balcón de la casa de gobierno a una Plaza de Mayo llena (8).

Tapa revista Gente nº 873, 15 de abril de 1982.
Tapa del diario Clarín. 3 de abril de 1982.

Los medios, algunos de los cuales habían comenzado a mostrar tibiamente el  descontento popular contra la dictadura, dieron un vuelco veloz en sus ediciones y se  sumaron como un actor central a los festejos por el desembarco argentino en las Malvinas. Las fotos de la represión desaparecieron rápidamente de la superficie mediática y fueron reemplazadas por las imágenes de la celebración en las calles. 

A partir del 2 de abril la Argentina se transformó en un escenario donde día tras día se representaba la unidad de pueblo y el gobierno contra el colonialismo inglés. Las fotos publicadas unánimemente en toda la prensa ayudaron a forjar la imagen de un apoyo monolítico a la decisión de la Junta Militar. Los matices y contradicciones que muchos manifestantes tenían con las distintas convocatorias no eran visibles en las imágenes (9) . En las fotos “no se oyen” los cantos contra la  dictadura ni los silbidos a Galtieri (10) .

Publicidad oficial, abril 1982.

Los fotógrafos no solo estuvieron presentes en las distintas concentraciones (la del 30 de marzo, la del 2 de abril y la del 10 de abril), sino que algunos de ellos estarían también en las propias Islas Malvinas.  Muchos reporteros gráficos que habían sido reprimidos el 30 de marzo fueron embarcados el 3 de abril hacia las islas para cubrir la “guerra”. Ese día las fuerzas armadas enviaron un contingente con aproximadamente cuarenta periodistas y fotógrafos de los principales medios nacionales en un avión de la Fuerza Aérea hacia Malvinas con el objetivo de difundir “la toma incruenta”. Los dejaron permanecer alrededor de cuatro horas en las islas y “fotografiar libremente” (11). La avidez de imágenes de los medios argentinos e internacionales hizo que estas fotos circularan ampliamente. Todas ellas tienen el mismo cielo gris encapotado y no hay acción bélica alguna. Los reporteros tenían que fotografiar la “toma incruenta” de las islas sin que existiera acción alguna ese día. De hecho, cuando se desataron los combates propiamente dichos, solo tuvieron permiso para permanecer en las islas los fotógrafos de Télam, los camarógrafos de ATC y el supuesto periodista Eduardo Rotondo, de la agencia de noticias Baipress (12). Luego de las imágenes obtenidas por Rafael Wollman como  enviado de la agencia ILA (Imagen Latinoamericana) durante el desembarco  argentino a las islas el 2 de abril de 1982, las fotos que se conocieron inicialmente sobre Malvinas fueron las que se tomaron durante esas cuatro horas. Todas las fotos que saldrían de las islas hacia el continente a partir de entonces serían estrictamente controladas por oficiales de Inteligencia, lo que no impidió que muchas de ellas se les escaparan de las manos. 

La imagen de los soldados en disputa

La fotografía de prensa fue parte de las batallas por lo posible (in)visible durante el conflicto de Malvinas y las fotos que algunos reporteros gráficos lograron tomar en Malvinas ayudaron a reforzar, modificar, ponerle rostro y forma a los distintos relatos que se escribieron sobre la guerra. Desde el inicio del conflicto, las imágenes que se obtenían, publicaban y circulaban sobre los soldados fueron motivo de diversas disputas y relatos visuales contrapuestos. La prensa mostró homogéneamente en un principio a los soldados como jóvenes héroes dispuestos a  morir por la patria. En los distintos medios se pueden observar fotos en los que se los ve felices y sonrientes, saludando a cámara como si estuvieran en un viaje de egresados. María Laura Guembe señala: 

La finalidad de esta estrategia no era únicamente reafirmar en el discurso la calidad de la preparación militar para la guerra, sino que también dialogaba con la preocupación cada vez más extendida por las condiciones en que se encontraban los soldados. A un pueblo organizado para enviar víveres y tejer abrigos no se le podía devolver la imagen real de las trincheras. La sonrisa de los soldados en las fotografías hablaba de que las redes de ayuda del continente funcionaban y que, gracias a eso, todos los ciudadanos podían colaborar para ganar la guerra. La constante apertura de canales de  colaboración, que iban desde el envío de chocolates y cartas hasta la “colecta patriótica”, no tenían por único objetivo recaudar ayuda, sino hacer que todos los ciudadanos se sintieran parte de esa causa nacional. La guerra no era solo un asunto de militares; era cosa de todos (13).

Estas fotos de soldados alegres y aparentemente comprometidos con la causa se publicaron en toda la prensa a lo largo del conflicto (14). Inmediatamente después  de la rendición y sin solución de continuidad, comenzaron a publicarse imágenes  donde se veía a los soldados con frío, miradas perdidas y apariencia demacrada. Estas fotografías, que no se conocieron en el país hasta después de finalizada la guerra, acompañaron la visión de “los chicos de la guerra” que se extendió en los años  posteriores al conflicto como clave de lectura sobre Malvinas (15). Sin datos que anclen unas imágenes como otras, todas son confusas. De hecho, es posible encontrar  imágenes de soldados sonrientes al principio de la toma de las islas y durante la  rendición, y soldados demacrados en una y otra oportunidad. Hay fotos que contradijeron el discurso de soldados felices que fueron tomadas inmediatamente  después del desembarco y hay fotos de soldados sonriendo mientras eran prisioneros  de los ingleses.  

Dos de las imágenes que más se utilizaron para hablar contra la guerra (y que  continúan circulando profusamente hoy día en las celebraciones y conmemoraciones que se realizan cada 2 de abril) fueron obtenidas en los primeros días posteriores al desembarco cuando todavía no se preveía que pudiese estallar una guerra real. Ambas contradecían el discurso oficial de soldados alegres y heroicos. Son dos fotos que de alguna manera se anticiparon a las denuncias de maltrato, frío y hambre que pasaron luego los soldados en las islas y que recién después de finalizada la guerra se difundirían en el país. Una fue tomada por Omar Torres el 3 de abril y la otra por Daniel García el 13 de abril.

Omar Torres cuenta: “Yo estaba leyendo el Clarín del 3 de abril, pensando ‘estos tipos están locos’. Serían las 9.30 y no había pasado de la tapa del diario cuando me llama Miguel Ángel Cuarterolo, que era el jefe de DYN en ese momento, y me dice: ‘A  las 11 sale un avión para ir a Malvinas’ y bueno, yo a las 15 estaba allá” (16). Omar Torres viajó en el avión enviado por la Junta Militar el 3 de abril. Caminando por las  islas vio la imagen del soldado con el galpón detrás: “Yo vi la composición de esa foto.  Estaban todos los elementos que tenían que estar: el galpón que decía Falkland Islands Company, las tropas argentinas en las Malvinas, los soldados con sus armas y la cara de ese muchacho que era muy joven, de unos 18 años. Estaba todo” (17). Lo que Omar Torres pensaba a la mañana leyendo el diario en su casa indudablemente  influyó como filtro cultural (18) en su mirada cuando obtuvo esta foto unas horas más tarde en las Malvinas. La imagen que produjo nos habla tanto de la época, de la situación y del lugar en que fue tomada como de la mirada del fotógrafo. Su trabajo estaba atravesado por sus maneras de ver, sus principios de visión y división, en  definitiva por su sentido práctico. Ese muchacho casi niño, con un gesto que puede  parecer de tristeza, susto o pesadumbre, sostiene un FAL (Fusil Automático Liviano) sin saber aparentemente tomarlo de manera adecuada. Parece estar tomándolo desde el cargador y no lleva la correa colgada al hombro. A lo lejos, de espalda, se ve a alguien que parece ser un oficial, con una campera más abrigada que la que llevan  puesta los soldados. 

La otra imagen fue tomada por Daniel García el 13 de abril de 1982. 

Malvinas, 13 de abril de 1982. Fotógrafo Daniel García.

Por orden del Gobierno militar, el canal de televisión ATC y la agencia oficial Télam, ambos propiedad del Estado, eran los únicos medios autorizados a instalarse en las islas. Para los medios privados argentinos y extranjeros estaba estrictamente prohibido. En ese marco, las agencias de noticias Diarios y Noticias (DYN) y Noticias  Argentinas (NA) le propusieron a la Junta Militar enviar corresponsales a Malvinas con el argumento de que serían más creíbles las informaciones emitidas por las fuerzas armadas si permitían viajar a medios privados y no solamente a los oficiales.  Argentina era noticia mundial y los principales medios de comunicación del mundo, ávidos de información, habían enviado corresponsales al país para cubrir el conflicto. Centenares de periodistas extranjeros habían viajado a Buenos Aires y  buscaban por múltiples vías obtener alguna información. El Estado Mayor Conjunto aceptó la propuesta de las dos agencias y se estableció un convenio por el cual viajaron un redactor de NA y un fotógrafo de DYN. Al regreso, las dos agencias compartirían el material. NA envió a Osvaldo Gazzola como cronista y DYN a Daniel García como reportero gráfico. El acuerdo incluía que las fotos se revelarían en el  Estado Mayor Conjunto.  

El 13 de abril de 1982 la Fuerza Aérea despachó un Focker con solo tres  tripulantes: los dos periodistas y un teniente coronel. Daniel García viajó con sus  cámaras más un laboratorio, una ampliadora chica, el transmisor de fotos y los líquidos para revelar. En total unos cincuenta kilos de materiales. 

Cuando despega el avión de Aeroparque, el teniente nos da unas instrucciones: cinco  carillas de hoja oficio, tipeadas a un espacio de los dos lados diciendo todo lo que no se podía fotografiar. Yo me paré y le dije “escúcheme, ¿me hace aterrizar el avión otra  vez?” y le devolví el papel. El papel decía que no se podía sacar fotos de nada, todo lo  que se te puede ocurrir: si quería sacar fotos de vacas, no, porque las vacas son  alimento. Ya había habido un papel que era muy parecido a ese donde se decía todo lo que no se podía informar que teníamos pegado en las oficinas, pero no era tan  extenso. Lo habían distribuido oficialmente el 2 de abril a la noche (20).

El secretario de Información Pública de entonces, Rodolfo Baltiérrez, había convocado el mismo 2 de abril en la Casa Rosada a los directores de los diarios de tirada nacional y les había anunciado que toda la información se centralizaría en el  Estado Mayor Conjunto en Buenos Aires (21). 

Daniel García continúa:  

Llegamos a las islas. Nos suben a un jeep [...] y nos llevan a la casa del gobernador a  entrevistar a Menéndez. En esa entrevista él dice cosas como “si le ponemos un fierro más la isla se hunde”, “de acá nos sacan con los pies para adelante”, etc. [...] Yo hago  fotos de Menéndez, me pongo creativo: retrato horizontal, vertical, con Osvaldo  [Gazzola], sin Osvaldo, de un ángulo, de otro, diez minutos y terminé. [...] Entonces salgo y no había nadie. [...] Justo viene un jeep y lo paro. Era un colimba, un soldadito.  Le pregunto para dónde va y me dice que al comando de los Royal Marines. Le dije con tono imperativo que me lleve, yo tendría 30 años y él 18 y me llevó. Llegamos y los pibes estaban comiendo. [...] Empiezo a hacer fotos. Después me di cuenta de que me había escapado. A los diez minutos que estoy ahí charlando con los pibes, llega el teniente coronel con dos o tres autos a buscarme [...]. Tuvimos un cruce de palabras fuertes y me llevaron de vuelta a Puerto Argentino. Imaginate, ¡todo un operativo para mí que estaba aburrido en la casa del gobernador! La cuestión es que a eso de las cuatro de la tarde nos dicen que en nombre del gobernador del Estado Mayor no tenemos autorización para quedarnos en las islas (22). 

En esos diez minutos que pudo ver a los soldados, Daniel García tomó la imagen de uno de los muchachos que estaba solo, sentado en un rincón mientras comía en un plato de metal. El chico tiene la cabeza cubierta con una capucha, pero se puede divisar su rostro. Tiene una expresión que puede interpretarse como una mezcla de angustia, desconcierto y desamparo. Está incómodo sentado en un escaloncito, una lata de Coca Cola se divisa a su lado y lleva puestos unos borceguíes desvencijados. Detrás del soldado se ve una pintada en inglés que dice: Keep clear of walls (“Manténgase separado de la pared”), aparentemente escrita desde antes debido a que la pared parecería estar por derrumbarse. Unas rocas sueltas y dispersas lo rodean. El muchacho igual está sentado ahí como ignorando la advertencia del texto. Al desarrollarse el conflicto en un territorio isleño, las fuerzas armadas podían controlar fácilmente el acceso y el tiempo de permanencia de los  periodistas y fotógrafos. Todo lo que entraba y salía de las islas dependía de ellos. Pero la anécdota que relata el fotógrafo muestra como siempre hay variables que escapan al control.  

"El militar a cargo del revelado revisó los negativos y censuró justamente la foto del soldado comiendo solo en el cuartel de los Royal Marines".

Para entender esta situación y las fotos que tomó el reportero en esas horas también vale la pena reconstruir el trayecto previo del fotógrafo. Daniel García, subjefe de NA en abril de 1982, había sido uno de los organizadores de la primera  muestra de periodismo gráfico en 1981 en la que había expuesto una escena de  represión en la cola para sacar entradas para el Mundial de Fútbol de 1978. El 30 de  marzo de 1982 cubrió la protesta, tomó la foto ya analizada y quedó detenido. El 13 de abril viajó como enviado de Noticias Argentinas a Malvinas y sucede lo que relata en su testimonio. Al igual que en la foto de Omar Torres, en esta imagen no hay casualidad. El 13 de abril, día en que fue tomada esta imagen, todavía la guerra no se había desatado. El fotógrafo había podido permanecer solo unas horas en las islas en las que obtuvo una imagen con una fuerza documental y una carga simbólica que contradice muy tempranamente el discurso de bienestar, convencimiento y alta  moral que supuestamente tenían los soldados.  

Finalmente los periodistas enviados por las agencias fueron llevados de regreso a Buenos Aires. Como estaba pautado previamente, una vez llegado el material fue  revelado en el Estado Mayor Conjunto. Las dos agencias enviaron a sus jefes de  fotografía a dicha sesión. Concurrieron Miguel Ángel Cuarterolo, por DYN, y Horacio Mucci, por NA. Allí el militar a cargo del revelado revisó los negativos y censuró justamente la foto del soldado comiendo solo en el cuartel de los Royal Marines. Cortaron el negativo, pero permitieron que Cuarterolo se lo quedara. En noviembre de 1982, cinco meses después de finalizada la guerra, Daniel García eligió esa imagen para exponerla en la Segunda Muestra de Periodismo Gráfico. Desde entonces se ha  utilizado para hablar contra la guerra en incontables oportunidades. 

Desde que comenzaron a circular, estas dos imágenes colaboraron con las  denuncias que llevaban adelante distintos actores sociales que rebatían el relato oficial sobre la guerra. En este sentido ambas fotos no son solo un testimonio, una huella, un documento o una representación, sino que constituyen, antes y ahora, una toma de postura activa en la disputa por el relato de lo ocurrido aquellos días. 

La “verdad” mediática

Durante el período que duró el conflicto hubo una ausencia unívoca de imágenes en donde pudiesen verse las dificultades que atravesaban los soldados en las islas: “La suciedad, el frío y el hambre no existen en las fotografías de prensa” (23). 

Luego del viaje pautado con las agencias NA y DYN, cuyos periodistas pudieron  permanecer unas pocas horas, no fue autorizado a viajar a Malvinas ningún otro  fotógrafo que no fuera de Télam. La necesidad de los medios nacionales e  internacionales para cubrir diariamente la información con material “fresco” y  actualizado fomentó la aparición de un “mercado” para la compra de imágenes que  estuvieran relacionadas de algún modo con el conflicto. 

"Los milicos tenían el negocio y se quedaban con los rollos de los fotógrafos de Télam que estaban en Malvinas y los vendían"

Por su parte, los corresponsales extranjeros que había viajado a distintas ciudades del sur del país fueron obligados, a partir del 27 de abril, a retornar y permanecer en Buenos Aires (24). Daniel García cuenta: “Había una avidez de imágenes fenomenal. El (hotel) Sheraton estaba lleno de corresponsales extranjeros que pagaban lo que fuera por unas fotos” (25). Jorge Durán, fotógrafo de NA en 1982, agrega: “En el Sheraton había oficinas de Newsweek, de Stern de Alemania, todos los medios internacionales estaban acá y se llegaron a pagar 20.000 dólares por rollos sin nada. Los milicos tenían el negocio y se quedaban con los rollos de los fotógrafos de Télam que estaban en Malvinas y los vendían” (26). Esta situación provocó que numerosos fotógrafos apostados en las principales ciudades del sur del país  (Comodoro Rivadavia, Río Gallegos, Puerto Madryn, Bahía Blanca y Río Grande entre  otras) se dedicasen a armar puestas en escena con los soldados allí apostados que se publicaban como si hubiesen sido obtenidas en Malvinas. Muchas de las imágenes que se vieron durante los 74 días que duró el conflicto fueron, en realidad, esas tomas. 

María E. Sánchez revela un testimonio importante al respecto. Daniel Alonso fue durante el conflicto prosecretario de Redacción del diario El Patagónico de  Comodoro Rivadavia y conductor del noticiero de Canal 9 de esa ciudad. Alonso cuenta:  

Se macaneó un montón con tomas hechas acá en la costa patagónica, haciendo creer  que eran de las islas. Cada diez o quince kilómetros en torno a las ciudades costeras [...] había grupos de soldados (como en el límite con Chile, en la cordillera), acampados y  patrullando por la eventualidad que el conflicto se generalizara y hubiera algún ataque  a la costa continental. Yo te podría garantizar que el 80 % de las fotos que incluso los grandes medios publicaron ilustrando como que eran campamentos en la costa malvinense, era en nuestras playas pedregosas, obviamente con soldados y oficiales que vestían el mismo uniforme, y con una topografía que no es muy parecida (el suelo malvinense es de hulla y con mucha pastura verde) pero trucadas mostrando  mayormente playa y mar (27).

Como plantea Lucrecia Escudero, “lo sorprendente de esta guerra no es tanto la  mentira de los medios, como la verdad relatada. La verdad mediática” (28). Una vez estallado el conflicto, el objetivo para la prensa fue llenar la cantidad de páginas con información cotidiana sin tener corresponsales directos en las islas, frente a una población expectante que comenzó a comprar y consumir más medios. “Mientras las naves británicas se desplazaban, los medios debían llenar el espacio con un relato oportuno capaz de capturar la atención del lector con un cierto suspenso, como si fuera una novela por entregas”(29).

Venta de revistas entre febrero y agosto de 1982 

Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto
Gente 202718 183927 301808 411569 408672 256546 162528
La Semana 88961 78343 97068 90815 88702 80287 69307
Siete Días 71250 69230 83932 82217 83284 64266 54212
Somos 25200 20222 34980 36558 31391 33599 21479
Fuente IVC (Instituto Verificador de Circulaciones) 

Venta de diarios entre febrero y agosto de 1982 

Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto
Clarín 508310 504786 582115 611885 558573 500214 479772
La Razón (vespertino)230247 230435 301642 330745 294139 238739 219157
La Nación 212844 215829 237328 240391 235715 218499 218672
Diario  Popular91984 86770 107506 146010 128280 94910 83653
Fuente IVC (Instituto Verificador de Circulaciones) (30) No contamos con los datos de Crónica porque no estaba asociado al IVC en dicho año. 

Durante el conflicto, la información sobre la guerra ocupó el 90 % del espacio  en los semanarios de actualidad y entre el 57 y el 60 % en los diarios (31).

La noticia de la “recuperación” de las Malvinas y la guerra en sí misma representó un negocio de grandes proporciones para los medios argentinos. La revista Gente y el diario Clarín lideraron en ese sentido el mercado local. Según se desprende de la información del IVC, entre febrero y mayo de 1982 la revista Gente aumentó sus ventas un 123 % mientras Clarín lo hizo un 21 %. Todos los diarios aumentaron su tirada y si bien algunas revistas las redujeron, esto parecería deberse a que la revista Gente absorbió a sus lectores. La fotografía cumplió un rol central para sostener estas ventas. Gente vendía más revistas porque anunciaba en cada ejemplar fotos exclusivas de la guerra (32). El “teatro de operaciones” del conflicto quedaba muy lejos tanto de los centros neurálgicos de Buenos Aires como de  Londres, con lo cual la única “guerra” que los lectores podían “ver” era la que se mostraba a través de las fotos que salían en la prensa (33). Las imágenes que publicaba la revista (que no tenía corresponsales en Malvinas) eran en su amplia mayoría las que obtenían los fotógrafos de Télam en las islas. Estas fotos llegaban a las oficinas de Télam en Buenos Aires y de ahí eran derivadas a la editorial Atlántida, donde se  revelaban, sobre todo los rollos color. Allí elegían lo que la revista quería quedarse y a Télam llegaba el primer descarte.  Por otra parte, los fotógrafos de Télam, que sí estaban apostados en Malvinas, tenían limitados sus movimientos y restringidos los temas que podían fotografiar, pero al mismo tiempo, aunque no hubiera acciones de envergadura, ellos debían conseguir y enviar diariamente imágenes. No solo para cubrir las necesidades  locales, sino también las del periodismo internacional. Esto hizo que buscasen fotos  posadas en momentos en los que no había acción. Eduardo Farré cuenta de una de sus fotos: [Los soldados apuntando sobre una tarima de chapa y alambre]: “Esa foto mía es muy posada... Yo tenía los soldados ahí, tenía que hacer algo, quería hacer la defensa y les dije que se pusieran. Esa es la verdad. Fue así” (34).

Islas Malvinas, abril 1982. Fotógrafo Eduardo Farré (Archivo Telam)

Von Eckstein declara al respecto: “Las fotos (de la revista Gente) que dicen que  son del 1° de mayo no son del 1°, son de unos días antes cuando no pasaba nada.  Muchas veces hueveábamos porque no sabíamos qué hacer...” (35). El propio Samuel  “Chiche” Gelblung (36) declaró: “El comandante en jefe de una de las armas llegó a decir que habían hundido al Invencible solo porque lo había visto en una revista. Por supuesto lo que vio fue una foto trucada... (37)”. 

Fotos tomadas en un lugar como si fuera otro, fotos posadas, fotos publicadas como si hubiesen sido sacadas un día cuando habían sido obtenidas otro, fotos trucadas, fotos truchas. Estas son las imágenes que poblaron los medios aquellos días. Plantear que la información (y por contrapartida la desinformación) es un arma de guerra es ya un lugar común en los estudios sobre periodismo. Pero la prensa argentina durante Malvinas tuvo una característica peculiar: la desinformación no estuvo destinada a engañar u ocultar información a los militares británicos, sino que se dirigió especialmente a engañar al propio pueblo argentino,  continuando de esa manera con las prácticas periodísticas que venía ejecutando desde el inicio de la dictadura militar. Los medios de comunicación en su amplia mayoría sustituían con palabras e imágenes la organización, el suministro a las  tropas y las acciones bélicas que no llevaban adelante las fuerzas armadas en el teatro mismo de operaciones de la guerra.

Este texto es un fragmento de uno más extenso que puede encontrarse aquí.

Notas

1 Ver, entre otros, Marcos Novaro, Vicente Palermo. La dictadura militar, 1976-1983. Del golpe de  Estado a la restauración democrática. Buenos Aires, Paidós, 2003; Ulises Gorini, La rebelión de las  Madres. Historia de las Madres de Plaza de Mayo, Tomo I (1976-1983). Buenos Aires, Grupo  Editorial Norma, 2006; Alfredo Mason. Sindicalismo y Dictadura. Una historia poco contada (1976- 1983). Buenos Aires, Biblos, 2007.

2 La desaparición forzada de personas fue la principal modalidad represiva durante la dictadura  militar entre 1976 y 1983. La propia figura del “desaparecido” implicaba su ocultamiento, y el de su  destino, de la vista social. Los secuestros combinaban una cierta visibilidad (de los allanamientos, de  los operativos y en algunos casos de la aparición de cadáveres) con el secreto de lo que sucedía con los  detenidos en los centros clandestinos de detención. Esto fue una política específica de diseminación del  terror (ver Pilar Calveiro. Poder y desaparición. Buenos Aires, Colihue, 1998). Al mismo tiempo, el  terrorismo de Estado para su aplicación había implementado una política de desinformación, censura  y manipulación mediática a fin de ocultar sus crímenes. En simultáneo generaban una política en  imágenes que mostraba la “normalidad” del funcionamiento social y el “rostro humano” de los  máximos responsables del régimen (ver Cora Gamarnik. “Imágenes de la dictadura militar. La  fotografía de prensa antes, durante y después del golpe de Estado de 1976 en Argentina”, en  Artículos de Investigación sobre Fotografía, Centro Municipal de Fotografía de Montevideo, Uruguay.  2011). 

3 Marcelo Borrelli. “Los periodistas de prensa durante los primeros años de la dictadura militar  (1976-1978). Apuntes para una investigación”. Actas del II Seminario Internacional Políticas de la  Memoria: “Vivir en dictadura. La vida de los argentinos entre 1976 y 1983”. Centro Cultural  Haroldo Conti, Octubre de 2009. 

4 Con la reactivación de la movilización popular y luego de realizada la primera muestra de periodismo  gráfico en noviembre de 1981, los fotógrafos se encontraban más organizados. Para una historia de la  Primera Muestra de Periodismo Gráfico en Argentina ver Cora Gamarnik. “Imágenes contra la  dictadura. La historia de la primera muestra de periodismo gráfico argentino”, en Blejmar, Jordana;  Fortuny, Natalia y García, Luis Ignacio (eds.), Instantáneas de la Memoria. Fotografía y Dictadura en  Argentina y América Latina. Buenos Aires, Libraria, 2013.  

5 El secreto del operativo de desembarco se había filtrado de todos modos en algunos círculos  periodísticos vinculados a las Fuerzas Armadas. Una prueba de ellos es la increíble tapa de la  revista Siete Días del 31 de marzo de 1982, que bajo la volanta “Periodismo de anticipación” titula  “Argentina recupera las Malvinas”. La primera plana está armada sobre una foto tomada en  Malvinas cuyo epígrafe señala: “Puerto Stanley. Terminan 150 años de ocupación”. El director de  Siete Días en ese momento era Ricardo Cámara, los secretarios de Redacción: Horacio del Prado y  Oscar Muiño; el prosecretario de Redacción: Hugo Asch y el editor gráfico: David Almirón. Ricardo  Cámara fue luego subdirector del diario Tiempo Argentino cuando su director era Raúl Burzaco y, a  fines de la década de los 90, gerente de noticias de “Azul Televisión” (Canal 9). Cámara estaba estrechamente vinculado a la Marina durante la dictadura.  

6 El diario Clarín señala en su edición del 3-4-1982 que como primera medida luego del desembarco  en Malvinas de las tropas argentinas, el gobierno dispuso la libertad de los detenidos el 30 de marzo:  “más de un centenar de personas” para que “todos los argentinos puedan asociarse a los  acontecimientos de este histórico día para la República…” (Diario Clarín, 3 de abril de 1982, citado en  Rosana Guber, ¿Por qué Malvinas? De la causa nacional a la guerra absurda. Buenos Aires, Fondo de  Cultura Económica, 2012. Pág. 41).  

7 Rosana Guber. Op. cit. Pág. 28. 

8 Respecto del saludo de Galtieri en el balcón hay diversas interpretaciones posibles. Por un lado se  puede observar la intención de imitar el gesto de Perón, pero por otro hay fotos en las que se lo ve  saludando con el pulgar en alto. El mismo gesto que se difundiría en las publicidades oficiales y en  fotos de soldados como la que se publica en la tapa de la revista Gente el 1 de abril de 1982. Esto  puede leerse justamente como una forma de diferenciarse del saludo peronista e imponer uno  propio. 

9 Lorenz cita un testimonio revelador de dicha complejidad: “Yo había participado muy  activamente […] en la organización de la movilización del 30 de marzo. […] [el 10 de abril] fuimos a  esa marcha y nos pasamos todo el acto puteando a Galtieri […] Después del bombardeo del 1º de  mayo me anoté de voluntario” (citado en Federico Lorenz. Las guerras por Malvinas. Buenos Aires:  EDHASA, 2006. Pág. 48). 

10 Osvaldo Bayer escribía en 1982: “Lo más importante fue callado por las crónicas extranjeras: que en la manifestación realizada con motivo de la llegada de Haig a Buenos Aires, el ministro de Reagan fue estruendosamente silbado por la multitud. Y que el propio dictador Galtieri fue abucheado y silbado al autodenominarse ‘presidente de la Nación’ e ‘intérprete del pueblo  argentino’” (Bayer, citado en Federico Lorenz, Op. cit. Pág. 50).

11 Algunos de los que viajaron en esa oportunidad fueron Omar Torres por NA, Rodolfo del Percio  por Crónica, Jorge Durán también por NA, Daniel Rodríguez por Clarín, Silvio Zuccheri por ILA,  Eduardo Forte por Atlántida y Román Von Eckstein por Télam, entre otros. 

12 Eduardo Rotondo era en realidad un miembro del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) y  estaba en Malvinas como un supuesto reportero gráfico actuando para una desconocida agencia de noticias llamada Baipress. Esta agencia ya había figurado como fachada de actividades de los  servicios de inteligencia argentinos en América Central bajo el amparo y los convenios establecidos  en el marco de la coordinación represiva del Plan Cóndor (ver Stella Calloni. Operación Cóndor.  Pacto criminal. La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 2006). Algunos relatos sobre Rotondo los reveló Nicolás Kasansew, quien cubrió todo el conflicto desde Malvinas como camarógrafo estrella de ATC  (Argentina Televisora Color), luego de que ambos tuvieran conflictos personales ocurridos en las  propias islas (ver Nicolás Kasansew, Malvinas. A sangre y fuego, Buenos Aires, Abril, 1982. Pág. 10).  

13 María Laura Guembe. “Fotografías para producir memoria”, en Dossier Pensar Malvinas – Revista  No Retornable, publicación electrónica: http://www.no retornable.com.ar/v2/dossier/guembe.html, 2009. 

14 Para este artículo, si bien nos centramos principalmente en las fotos publicadas por la revista  Gente y la actualidad, hemos relevado también Siete Días, La Semana y Somos y los diarios ClarínDiario Popular, La Nación, Crónica y La Razón (edición vespertina).  

15 El libro Los chicos de la guerra fue escrito por Daniel Kon en 1983. La película de igual título  dirigida por Bebe Kamin se estrenó en 1984. 

16 Entrevista realizada por la autora, 2012. 

17 Entrevista realizada por la autora, 2012. 

18 La noción de filtro cultural en relación con el fotógrafo y con la fotografía fue desarrollada por  Boris Kossoy en su libro Fotografía e Historia: “Toda fotografía es un testimonio según un filtro  cultural, al mismo tiempo que es una creación a partir de un visible fotográfico” (Boris Kossoy,  Fotografía e historia. Buenos Aires, la marca, 2001). 

19 El “sentido práctico” es un concepto trabajado por Pierre Bourdieu, quien sostiene: “Los ‘sujetos’  son en realidad agentes actuantes y conscientes dotados de un sentido práctico [...] sistema  adquirido de preferencias, principios de visión y de división (lo que se suele llamar un gusto), de  estructuras cognitivas duraderas (que esencialmente son fruto de la incorporación de estructuras  objetivas) y de esquemas de acción que orientan la percepción de la situación y la respuesta  adaptada. El habitus es esa especie de sentido práctico de lo que hay que hacer en una situación  determinada, lo que, en deporte, se llama el sentido del juego, el arte de anticipar el desarrollo  futuro del juego...” (Pierre Bourdieu. Op. cit. Pág. 40). 

20 Entrevista realizada por la autora, 2009. 

21 Lucrecia Escudero. Malvinas: el gran relato. Fuentes y rumores en la información de guerra.  Barcelona, Gedisa, 1996. Pág. 106.

22 Entrevista realizada por la autora, 2009. 

23 María Laura Guembe. Op. cit. 

24 En Comodoro Rivadavia, el entonces coronel Esteban Solís, jefe de Asuntos Civiles del Comando  del V Cuerpo de Ejército, dio un plazo de 48 horas a los corresponsales extranjeros para abandonar  la Patagonia: “Por requerimiento del señor jefe del Estado Mayor Conjunto, el personal de  periodistas extranjeros que se encuentra en jurisdicción del Cuerpo de Ejército V deberá abandonar  el mismo para radicarse en la ciudad de Buenos Aires. Dicha instrucción se imparte a fin de que los  representantes de los medios de comunicación social extranjeros puedan recepcionar una mayor  información por parte del Centro de Prensa instalado en el Hotel Sheraton en la Capital Federal”  (Coronel Esteban Solís, 27-4-1982, citado en diario El Patagónico, 2 de abril de 2012). 

25 Entrevista realizada por la autora, 2009. 

26 María Esperanza Sánchez, Tras un manto de neblinas. El circuito de las fotos de Malvinas y su lugar  en los medios, tesis de licenciatura, Carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias  Sociales, UBA, 2011. 

27 María Esperanza Sánchez. Op. cit. Pág. 79. 

28 Lucrecia Escudero. Op. cit. Pág. 28. 

29 Lucrecia Escudero. Op. cit. Pág. 172.

30 El IVC mide la cantidad de ejemplares que se hacen llegar a los lectores por los canales de  distribución. No mide la audiencia real (que es mayor) debido a que un mismo medio puede tener  uno o más lectores.  

31 Lucrecia Escudero. Op. cit. Pág. 86. 

32 En las tapas de Gente se lee: “Las fotos exclusivas que solo verá en Gente” (8 de abril de 1982), “Las  fotos que solo verá en Gente” (27 de mayo de 1982 y otros), “Las fotos de la guerra que usted nunca  vio” (13 de mayo de 1982), “Las dramáticas fotos de la batalla final” (17 de junio de 1982), “Nuevo  documento histórico exclusivo. Las fotos que solo verá en Gente. La guerra que no vimos” (24 de junio  de 1982). 

33 Los familiares y amigos de los soldados, por su parte, compraban los diversos medios con la  esperanza de encontrar en ellos fotos de sus seres queridos.

34 María Esperanza Sánchez. Op. cit. Entrevista realizada por Sánchez, 2011. 

35 María Esperanza Sánchez. Op. cit. Entrevista realizada por Sánchez, 2011. 

36 Samuel Gelblung fue secretario de redacción de la revista Gente durante 1976 y 1978. En 1982  era editor responsable y director de redacción de la revista La Semana, perteneciente a la editorial  Perfil. Pablo Llonto, abogado en varias causas por crímenes de la dictadura, presentó en 2009 una  denuncia en el Juzgado Federal Penal Nº 3, de Daniel Rafecas, para que se investigue el papel de la  editorial Atlántida (de Gente en particular) y de Gelblung durante la dictadura militar. 

37 Citado en Carlos Ulanovsky. Paren las rotativas. Historia de los grandes diarios, revistas y  periodistas argentinos. Buenos Aires, Emecé, 2005. Pág. 137.