medios, internet y política

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29 mar 2022

por Daniel Rosso

Juego de espejos

Las Plazas y las Piedras

Los medios hegemónicos han demostrado una vez más, su doble estándar moral y periodístico. En este caso, a la hora de evaluar el origen y el destino de las piedras que con diferencia de unos pocos años, volaron en las inmediaciones del Congreso Nacional.

Hay plazas donde se pronuncian discursos políticos. Hay otras, por el contrario, donde vuelan las piedras. Estas últimas, en sus movimientos de ascenso y de caída, no sólo cortan el aire. Además, interrumpen el intercambio de argumentos. Algo tan rústico como un cascote aparece, en las crónicas periodísticas, como la frontera entre la democracia y la guerra.

En esas plazas donde vuelan las piedras, nace un segundo lenguaje en el que las palabras son sustituidas por pedazos de veredas rotas, baldosas arrancadas, partes de bancos y de canteros destruidos. En la cadena de montaje de estas batallas urbanas, la ciudad es fraccionada en trozos para ser utilizada como pertrechos de guerra. Buenos Aires se ofrece en sacrificio: en ella como escenario circula ella misma despedazada.

Sin embargo, la asociación entre plazas y piedras no es siempre la misma. Como en toda operación hegemónica, también en este caso se indiferencian hechos muy distintos entre sí.

En los últimos años, hubo dos grandes manifestaciones donde se lanzaron cascotes en la Plaza de los dos Congresos. La primera, en diciembre de 2017, se produjo en ocasión de la enorme marcha opositora hacia el Parlamento en reacción a la reforma previsional impulsada por el gobierno de Mauricio Macri.

La segunda ocurrió hace unos días, durante el debate del acuerdo con el FMI en la Cámara de Diputados, cuando un grupo de manifestantes atacó la fachada del Parlamento con piedras y rompió los vidrios del despacho de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

El eslabón vandálico

En diciembre de 2017, irrumpió una figura, el “gordo Mortero”, en el que se personalizó la trama de la agresión y del supuesto vandalismo militante. El hombre, accionando un mortero casero, fue presentado como el eslabón perdido entre la espontaneidad de la lucha y la profesionalidad de la violencia. Con él, se escenificó el desplazamiento desde la pura fuerza humana – que arroja piedras - hacia un cuerpo inclinado sobre un arma que multiplica la velocidad de los proyectiles. Por supuesto: más allá de la hipérbole, se trataba de un delegado sindical de General Motors que disparaba pirotecnia. Perseguido por la justicia, se mantuvo oculto en el extranjero modificando su aspecto físico para dificultar su captura.

La segunda operación consistió en un minucioso conteo de las piedras recolectadas en la plaza: según estimaciones del Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño, cerca de quince toneladas. El fraccionamiento de la ciudad en pedazos para ser utilizados como pertrechos de guerra reponía la idea de la barbarie como destrucción de la civilización. No era sólo una crítica a la violencia sino también a la inconsciencia de una clase social. “Las escaleras de la glorieta eran de un mármol de más de cien años, con un valor incalculable, que lamentablemente la Ciudad no está en condiciones de reponer”, declaró, en ese momento, el ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, Eduardo Macchiavelli.

En simultáneo, se desplegó una operación de cálculo sobre el costo de las reparaciones: arreglar las veredas de la zona supuso una cifra de alrededor de seis millones de pesos, según las autoridades gubernamentales. En este relato, la violencia se diseminaba en varias direcciones: hacia los policías, hacia los dirigentes políticos y hacia la ciudad. Los videos mostraban a manifestantes con mazas rompiendo las veredas, calles y fuentes de la plaza.

“El daño es enorme, en los bancos, en las glorietas que son de principios del siglo XX y en todo el sistema de riego, que prácticamente ha desaparecido. Lo mismo con muchas baldosas tanto en la plaza, como en avenida Entre Ríos, en avenida Callao, algunos lugares de la 9 de Julio” aseguraron desde el gobierno. Agregaron que la reconstrucción costaría más de veinte millones de pesos.

Era la descripción de un invasor que transformaba a la ciudad en escombros. Fue en ese escenario que el gobierno y el sistema de medios hegemónicos actuaron como una maquinaria contable: cuantificaron la destrucción urbana tomando como unidad de medida los pedazos de ciudad diseminados en la plaza.

La misma manifestación era marcada, culpabilizada y estigmatizada. En ese proceso, no sólo se mostraban las piedras cuando eran lanzadas: también previamente, cuando eran producidas. La plaza era, en simultáneo, el territorio de la guerra y el campamento de producción de los armamentos para la guerra. Una inusual cadena de montaje transformaba a la ciudad en escombros y estos en proyectiles.

Entre lo bíblico y lo salvaje

¿Qué sucedió en la segunda manifestación?

En el primer video difundido, las piedras fueron mostradas no cuando eran lanzadas sino cuando ingresaban al Congreso rompiendo los ventanales e impactando muy cerca de su objetivo: la Vicepresidenta de la Nación. Los destrozos, en este caso, no se producían en la plaza sino en el despacho de Cristina Fernández de Kirchner.

En ese contexto, Mauricio Macri señalaba que: “En ese momento (por diciembre de 2017) estaba bien tirar piedras y ahora la Vicepresidenta está preocupada (…) Rechazo visceralmente ese tipo de violencia, pero me genera repudio que ella se pone en protagonista cuando hubo 5 policías que fueron a un hospital, dos de ellos mujeres”- afirmó en diálogo con Eduardo Feinmann y Jonatan Viale. Agregó: “Es una habilidad que tiene para victimizarse y siempre giran la cosas de victimarios a víctimas”.

En la intersección de las voces de estos tres personajes – Macri, Feinmann y Viale – un acuerdo abrupto recombina la historia y, lo que no podía ser dicho desde el pacto democrático de 1983, queda nuevamente autorizado: hay un hecho maldito en el país democrático que siempre produce violencia y, entonces, obtiene como respuesta una nueva violencia. Entre lo bíblico y lo salvaje, el kirchnerismo sólo puede ocupar el lugar del victimario. Por supuesto: en este relato, es gracias a su talento como simuladora que la Vicepresidenta puede aparecer como objeto de la violencia y no como su productora.

En ese escenario, el discurso del ex presidente se contrapone a algunas crónicas periodísticas: “Una piedra pasó a pocos centímetros del rostro de la Vicepresidenta. Cristina pudo esquivar el cascote pero no los vidrios rotos de las ventanas que le cayeron encima”, según relató TN.

Lejos de la descripción de los malones suburbanos destruyendo la ciudad a los mazazos, lo que aparece en ese primer video es el cuerpo de la Vicepresidenta como blanco de una violencia permitida. De allí que en el discurso de Macri haya dos tipos de piedras: las que impactan en los policías y los que pasan muy cerca de Cristina Fernández de Kirchner. Las primeras producen una violencia prohibida, las segundas una violencia minimizada.

Pero hay otra operación sobre este primer video. La que concibe a la agresión contra la Vicepresidenta como falsificada. Es decir: un autoatentado para victimizarse. Los impulsores de este punto de vista muestran una serie de supuestos errores en la edición por los que concluyen que el hecho fue producido para ser mediatizado.

Hay un segundo video del suceso, con tomas de las cámaras de seguridad de la zona, que suma imágenes de algunos manifestantes en el momento en que tiran los cascotes.

En los dos videos aparecen, entonces, dos momentos del desplazamiento de los proyectiles: por un lado, y en primerísimos planos, las piedras en el interior del despacho de Cristina tras impactar sobre vidrios, cuadros y muebles; por otro, en planos más lejanos, las piedras cuando son arrancadas del pavimento y lanzadas hacia el edificio. Los cascotes son mostrados en su punto de llegada y en su punto de partida.

Las diferencias

En la primera de las manifestaciones es una clase social o un sujeto político el que es mostrado y cuestionado como generador de la violencia.

En la segunda, lo que se intenta ocultar, minimizar o disculpar es la violencia dirigida hacia la Vicepresidenta de la Nación. Una violencia relatada por ella misma y empequeñecida por el sistema político y mediático dominante.

Son dos violencias con regímenes de visibilidad diferentes. En un caso, se visibiliza la barbarie suburbana y su supuesto vandalismo constitutivo. En el otro, sobresale la extrema dificultad para visibilizar al Kirchnerismo como destinatario y no como productor de las agresiones.

En un caso, la violencia es puesta en escena por los medios hegemónicos en un relato de planos largos que retratan las multitudes. En el otro, es capturada por el equipo de comunicación del Senado a través de primeros planos de piedras y vidrios rotos en el despacho vicepresidencial. Son dos violencias: una estigmatizada, la otra minimizada.