“Estamos ganando”, decía el título con letras amarillas en la tapa de la revista Gente del seis de mayo de 1982,. Y continuaba: “Martes. 16.10 hs. Puerto Darwin, Islas Malvinas. Soldados argentinos esperan un posible desembarco. Sin embargo, solo se registra un ataque aéreo. Dos aviones ingleses son abatidos”. Junto al texto, una imagen de soldados argentinos a punto de disparar, en posición de combate. Cuerpo a tierra.
A 40 años de esta nota --emblema de la desinformación y precursora del concepto de fake news-- Plaza conversó con Alejandro Estévez y Juan Carlos Capriato, dos ex combatientes de Malvinas que relatan cómo fueron sus días en las islas y cómo vivieron el rol de la prensa durante y después de la guerra.
Entre 1981 y 1982 Alejandro y Juan Carlos estaban terminando el Servicio Militar cuando los reclutaron.
Sin entender mucho lo que estaba pasando, con tan solo 19 años, y algunos sueños postergados, el 2 de abril, despertaron con la noticia de que iban a viajar a las Islas con el objetivo de recuperarlas.
“A los tres días que me iba de baja me dicen que teníamos que ir a tomar Malvinas, no lo podíamos creer”, recuerda Alejandro.
“Viajamos en dos tandas. No me acuerdo si fue la primera o la segunda, me parece que fue la segunda. Y partimos desde Regimiento de Infantería de Patricios a Palomar, después nos transportaron en avión (en la famosa foto que se ve que estamos sentados en el piso en aviones de pasajeros sin asiento para poder llevar más soldados). De ahí nos trasladaron a Río Gallegos y luego nos subimos a un avión más chico y llegamos a Malvinas. Arribamos de noche con una gran tormenta , así fue el recibimiento de las Islas, cuenta Juan Carlos.
El negocio de la mentira
Mientras Juan Carlos y Alejandro combatían junto a más de 20 mil soldados argentinos: ¿Qué posicionamiento tomaron los medios de comunicación? ¿Cómo comunicaban las noticias? ¿Esos discursos influyeron en la opinión pública? ¿Qué consecuencias y efectos dejaron en la población argentina?
La construcción de noticias sobre la guerra de Malvinas, en su gran mayoría, siempre estuvo acompañada de fotos, no solo se trataba de contar el hecho sino de mostrarlo, para producir un impacto mayor. En esa línea, tal como lo describe Cora Gamarnik en su texto La fotografía de prensa durante la guerra de Malvinas: la batalla por lo (in)visible publicado en Revista Plaza “la noticia de la ́recuperación ́ de las Malvinas y la guerra en sí misma representó un negocio de grandes proporciones para los medios argentinos. La revista Gente y el diario Clarín lideraron en ese sentido el mercado local. Según se desprende de la información del IVC, entre febrero y mayo de 1982 la revista Gente aumentó sus ventas un 123 % mientras que Clarín lo hizo un 21 %. Todos los diarios aumentaron su tirada y si bien algunas revistas las redujeron, esto parecería deberse a que la revista Gente absorbió a sus lectores. La fotografía cumplió un rol central para sostener estas ventas. Gente vendía más revistas porque anunciaba en cada ejemplar fotos exclusivas de la guerra".
En ese mismo texto, Gamarnik explica que “desde el inicio del conflicto, las imágenes que se obtenían, publicaban y circulaban sobre los soldados fueron motivo de diversas disputas y relatos visuales contrapuestos. La prensa mostró homogéneamente en un principio a los soldados como jóvenes héroes dispuestos a morir por la patria. En los distintos medios se pueden observar fotos en los que se los ve felices y sonrientes, saludando a cámara como si estuvieran en un viaje de egresados”.
“Cuando vi las fotos que publicaba la revista Gente no lo podía creer, fue muy fuerte leer esa nota con el titular que decía `Vamos ganando` porque yo sabía perfectamente la magnitud de lo que pasó en las Islas y lo que fue nuestro sistema de defensa”, cuenta Alejandro y continúa: “En ese momento, con 20 años, no teníamos la capacidad ni el raciocinio para entender cómo los medios manejaron la información pero con el paso del tiempo te empieza a caer la ficha y empezás a asociar todo y a comprender lo que pasó”.

En cuanto a la información que recibían en Malvinas, Alejandro cuenta que las noticias que llegaban eran muy escuetas. “A veces nos enterábamos de algunas cosas por alguien que tenía una radio en el continente y si podíamos enganchar alguna onda, tal vez nos llegaba algún dato o información. Y los diarios no llegaban, ni de casualidad. Era muy difícil enterarte de las noticias ya que las fuerzas eran las que bajaban la información de lo que querían que te llegue”.
Por su parte, Juan Carlos relata que cuando regresó de Malvinas le propusieron hacerle una entrevista en el marco de una curiosa anécdota sobre su papá y el de su compañero de trinchera. A los medios les resultaba interesante poder contar que sus padres hicieron el Servicio Militar juntos y más tarde sus hijos se iban a encontrar en Malvinas. En ese momento, Juan le consultó al periodista si durante la nota iba a poder decir lo que pensaba y esa pregunta fue más que suficiente para que no se concretara la entrevista.
Esa no fue la única situación de manipulación de información que se vio durante la guerra, Juan Carlos cuenta que en pleno combate decidió escribirle a su familia para contarles lo que estaba pasando. “En la carta les pedía comida y les relataba lo que estaba sucediendo en ese momento; se trataba de una alerta roja porque se acercaba un ataque inglés, un bombardeo, obviamente mi familia nunca recibió esa carta, la información se filtraba”, asegura.
Regreso y tabú
La misma metodología que los militares habían utilizado durante la dictadura –censura, amenazas, tortura psicológica, complicidad mediática, entre otras – fue implementada luego de la rendición argentina en las islas para que la población no pudiera ver ni recibir a los soldados.
Alejandro recuerda que “fue muy triste cuando llegamos, nos bajaron del avión en el Palomar y no teníamos plata ni para tomarnos un taxi. Nos encontramos con un vacío social muy grande, sentíamos vergüenza de haber perdido. Nos trataban de locos, era un desprestigio volver de Malvinas, esa idea estaba instalada en la sociedad”.
Por su parte, Juan Carlos relata que “cuando nos trajeron de Malvinas nos metieron en el micro, no nos dejaban abrir las cortinas, estábamos tapados y no nos dejaban hablar de lo que pasó en las islas. Es hasta el día de hoy que sufrimos las consecuencias, hace 40 años que tenemos una mochila que llevamos encima por todos lados. La guerra nunca terminó para nosotros”.

La vuelta a la democracia no mejoró las cosas en un principio. Según lo narrado por Juan Carlos y Alejandro, fue muy difícil hablar de lo que vivieron durante los primeros años de democracia . “Era mejor callarse, no estaba en nuestra mente el querer hablar y exponerse. Yo tardé muchos años en poder compartir lo que viví”, cuenta Alejandro. Y agrega: “Pasó mucho tiempo para que sintiera algo de reconocimiento, con esto me refiero al respeto por Malvinas, por los compañeros que murieron y los que están cada vez peor”.
En esa línea explica que “los héroes son los 649 que quedaron en vigilia cuidando la isla y todos los que fueron muertos en posguerra porque yo te hago una lista de los pibes de mi edad y todos tienen un problema de salud”.
Hace poco, Alejandro fue nombrado socio honorario en Argentinos Juniors, el club de su barrio. “Fue importante, sobre todo para mis hijos, y para mí, que me digan que soy su único héroe. Me parece que el modo de subsanar estas cuestiones traumáticas tiene que ver con el amor. Yo las pude sublimar a partir de mi vínculo con ellos".
Entretanto, mientras formadores de opinión en medios hegemónicos y algunos dirigentes políticos proponen olvidar el reclamo argentino de soberanía sobre las Islas, Juan Carlos lucha contra esa corriente brindando charlas en escuelas: “Nosotros tratamos de malvinizar día a día para que el pueblo y los chicos sepan lo que es una guerra. Nos fuimos siendo relativamente jóvenes y volvimos siendo adultos, tuvimos que madurar de golpe. Tratamos de contar la historia como fue o por lo menos a través de lo que nos tocó vivir a cada uno. Lo hacemos desde el corazón y de la mejor manera posible para que no se pierda y para que el día en que no estemos más, lo que vivimos siga estando presente”.