medios, internet y política

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16 ago 2022

por Alejandro Modarelli

Ilustración: Martín Laksman

Juego de espejos

Ponchame el odio

El mercado es el gran regulador, ¿por qué no regularía también el odio mediático? Un estudio de TV vacío es el colmo de la plenitud del odio libertario. Un proyecto de ultramujer le saca provecho a la incertidumbre y focaliza el ánimo odiante en el cuestionamiento de los derechos sociales. Una crítica al artefacto Canosa.

Del odio pueden emerger criaturas y paisajes preciosos. Desde revoluciones, en medio de las cuales multitudes iracundas resetearon sus condiciones de existencia, hasta esa artista afro peruana que ojalá muchos recuerden: Victoria Santa Cruz, autora del célebre poema “Me llamaron negra”. Negra, negrísima, comprendió (del mismo modo que la hija bastarda Violette Leduc, las dos injuriadas en su infancia) que la toma de conciencia sobre su diferencia debía atravesar, para ser completa, el Mar Rojo del odio. “Soy fuerte porque odio”, descubrió un día Victoria Santa Cruz. El resentimiento es fundamento de obras maestras.

El odio, entonces, es productivo, para bien y para mal. Para mal: el problema, hoy, son sus heraldos mediáticos, nutrientes catódicos del hater zombi, que en una época procaz de desintegración del orden simbólico fascinan a ese público también desintegrado, que zappea entre la resignación individual y la furia en serie.  Del living a la pulsión de escrache, su concepto de la verdad son las fake news. Los agentes de KAOS de las empresas periodísticas engullen los restos de vida democrática  y los expulsan de los esfínteres orales bajo el nombre de libertad de expresión. Sin ética ni responsabilidad, despliegan un proyecto de destrucción masiva neuronal con alto rendimiento económico.

Porque, ¿qué otra cosa es el Proyecto Canosa sino la administración del odio minuciosamente olfateado, programado y reproducido hasta el infinito con la perspectiva de ganarse una banca legislativa en 2023 o legitimarse ante el votante de derecha como agigantada tribuna de toxina, al estilo Bernardo Neustadt/Mariano Grondona/Lanata, aunque lo suyo sea más el calefón que la biblia? La muchacha chimentera ha sabido metamorfosearse en Opinión Pública. Las encuestas sobre la incidencia de los discursos de odio demuestran que el sector más proclive a replicarlos es el de la clase media baja, en general no universitaria, que siente que su derecho a la felicidad le ha sido robado por el Estado en connivencia con los desposeídos.  

La muchacha chimentera ha sabido metamorfosearse en Opinión Pública.

Sobre subjetividades deterioradas por la incertidumbre, y esto es de orden global, regresa vestido de fascismo punk el viejo darwinismo social, que en lo íntimo se burla de los que se creyeron el cuento del mérito y la autopoiesis como únicos mecanismos de superación. Los liberotarios (le copié a Roberto Jacoby el juego de significantes) seguidores miméticos de Milei-Viviana Canosa, esa dupla hambrienta de Tea Party, no hacen más que repetir el gesto del clásico menemista con efecto escafandra, emergido de la hecatombe de 1989: Serás dueño o dueña de tu cuerpo, salvo para aquellas cuestiones que recuerden narrativas heredadas de la tradición comunitarista. No dirás ni oprimido ni opresor, porque son categorías neomarxistas subyacentes a la “ideología del género”. ¡Qué amo ni patrón, válgame Dios! A cada diferencia sexual, de orientación o identitaria le corresponderá un nicho en la feria de las diversidades, eso sí. A fin de cuentas, cuando esa diferencia se torna diversidad acrítica y banal, o se reduce a particularismos sin sueño de libertades transversales, agonizan las luchas históricas LGTBI que interpelaban el orden social y económico y crecen como narcisos los LGTBI de Palermo, que donan hoy su voto a la derecha supremacista, a pesar de no haber esta movido un dedo cuando se trata de legislar sobre nuevos derechos. Y todo para sentirse ciudadanos consumidores aficionados a góndolas y packs turísticos especialmente diseñadas para su goce. No se trata de repudiar el goce de consumir sino señalarlo cuando, más allá de él, no existe la mínima reflexión sobre el otro desposeído. Por eso siempre digo que extraño el filo de nuestra diferencia crítica homosexual.  

La mujer encontrará su realización personal sin oposiciones de cuño progre. Hay que mirarse en el espejo de Viviana Canosa, cuyo mayor recurso retórico para el buen vivir femenino es convocar a la depilación diaria y hacer de la ecografía una crónica audiovisual, vía retransmisión en pantalla gigante, mientras se debatía la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Congreso. Viviana sabe que aquello que enseña a través de sus performances no es solo emanciparse del progresismo sino también de las propias neuronas. En tanto, factura y factura en su panadería conceptual donde reina la bola del fraile y las monjas acompañan. Ponchame las cuentas bancarias, más firmes que las siliconas. (¿Hubo hasta ahora un instrumento más eficaz contra la fábrica mediática de odio que la imitación que hace de Canosa la Negra Vernaci? Ya el marqués de Sade sostenía que no había mejor arma contra los discursos del poder que satirizarlos).  

El patriarca de esta religión llamada capitalismo, desatada tras la caída del muro del Berlín, es ahora el mercado pero ya sin la menor ética de responsabilidad, como sus voceros mediáticos.

El patriarca de esta religión llamada capitalismo, desatada tras la caída del muro del Berlín, es ahora el mercado pero ya sin la menor ética de responsabilidad, como sus voceros mediáticos. Bien que a los progres les gustaría mojar la medialuna ahí, ironiza Viviana, mientras escenifica empatía por “la gente de a pie” que no consigue asomar la cabeza ni comprar dólar ahorro, por culpa “del gordo ese de Alberto”. Ella, la ultramujer, no se cansa de sentar a su diestra al profeta reinventor del concepto punchy de casta, Javier “Rocky Balboa” Milei (arropado por Santa Karina, su hermana, la de sangre. Si Nietzsche tenía a Therese Elizabeth Alexandra, Milei el ultrahombre tiene a Karina). Esta nueva derecha alternativa nos quiere llevar en fila india a colmar el estómago de los grandes financistas, mientras denuncian a "la casta", que según ellos es el Estado y no las corporaciones económicas dueñas del planeta, y de muchas maneras de tu futuro y del mío.  

El mondo cane capitalista empieza por morfarse a la presa, pero a la larga cometerá autofagia. A medida en que los poderosos difusores del libertarianismo devoran el mundo, terminarán masticados ellos mismos en sus fauces, porque no olvidemos que también son mundo. Así de necio es el individualismo barbárico, así de fatal es la prédica extractivista. Esa empresa de demolición precisa de delirios paranoides (el dióxido de cloro de Canosa reemplaza al infectólogo, devenido "casta") tanto como de los neoevangelismos: el pobre tiene que tener fe en Dios y en el útero para salir de la miseria, o al menos creer en el aceite del monte de los olivos, a módico precio. Las travestis deben aprender a indignarse contra el derecho a la identidad de género que las beneficia, porque se dice, sale caro al contribuyente y vos, travesti, sos una de ellos. Los zurdos no tienen cura, menos todavía en tiempos de Covid-19. Y como no tienen cura, pretenden enfermar a “la gente de a pie” con vacunas comunistas y ponerle tapabocas para que no se la escuche. Si, total, con gárgaras de dióxido de cloro —ponchame la boca sanitaria— alcanza para una supermujer como Canosa, ejemplo de self made woman con auxilio de maridos productores.      

La revolución neoconservadora iniciada en la era Reagan-Thatcher cruzó ya la frontera hacia la barbarie. Estaba esperando su momento para resurgir con la intensidad de una bomba neutrónica, porque jamás estuvo dormida sino esmerilando para siempre el llamado Estado de Bienestar. Ya sin el estorbo soviético, quiere ir por todo, aunque los políticos que se suben al caballo se estén pegando un tiro en las piernas. Los derechos sociales —que incluye el derecho de autonomía sobre el propio vientre— deben someterse al único soberano que es el mercado.  

Como escribe el sociólogo Lucas Rubinich en Contra el Homo Resignatus, si el mundo ha sido invadido por el desencanto, la respuesta puede ser detenernos en la biblioteca de tiempos de verdadera rebeldía contra el orden de los poderosos, rezumar narrativas libertarias que desenmascaren a los liberticidas que usurparon la dignidad del término, vociferando sus dogmas neodarwinistas cotidianos desde un set de televisión.  Un set como el de “Viviana con vos”, cuya voz siguió martillando cerebros pero ya sin su presencia carnal. Vaciado el estudio de su fisonomía de alto impacto y permanente reinvención de color, el sillón quedó huérfano de la princesita de la injuria y la guaranguería. Virtualizada por los verdaderos dueños del circo. Que irritados con la conductora, bajaron el pulgar a su última performance contra Massa, un compendio de grabaciones de la nueva secta de haters callejeros que asuelan a personalidades de izquierda, kirchneristas o solo peronistas. Primó esta vez la nueva configuración del poder ejecutivo, aunque cabe preguntarse: ¿estaba desde antes decidida su partida; se sentía ya para dar otro salto de tigresa? ¿Pasará su prédica demagógica a LN +? Como en La Invención de Morel, de Bioy Casares, en el estudio de TV privado de sus tetas bien ponchadas, donde la actualidad y la realidad son excluyentes, el artefacto llamado Viviana Canosa anunciará en breve si gira para otro canal, con la banca legislativa en la mira y el portafolio de odio color granate.   

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